Somos lesbianas. Hoy, en especial – y algunos otros días también lo somos. Nos llamamos bolleras, sáficas, tortilleras, lamecoños (o no), invertidas, desviadas. Muchas de nosotras ni siquiera comulgamos con la aproximación esencialista de la existencia de un “sujeto lesbiano”. Lo mismo podría decirse de la asunción previa de que existe, per se, el sujeto “mujer”. Podríamos perdernos en fabulosas citas de Monique Wittig (“las lesbianas no somos mujeres”); no obstante, hoy somos concisas y escribimos, desde posiciones muy diversas, hacia un punto en común: enfatizar la importancia de la visibilidad de las lesbianas. De las mujeres que sienten atracción por otras mujeres, de las que comparten vida y camino con otras mujeres. Lo cierto es que, en este ser y devenir bollera, caben algunas alegrías y, lamentablemente, muchas penas. Muchas aberraciones, injusticias, sufrimientos, mucha furia. Hoy vas a escucharnos.
Nos enfurecen las representaciones de la sexualidad entre mujeres como producto para el consumo heterosexual masculino. No buscamos ni la atención ni las miradas ni las opiniones de nadie. Exigimos que nuestra sexualidad sea respetada y no convertida en una mercancía que tiene como resultado su apropiación por parte del sector masculino. Manifestamos nuestra intención de hacer entender, sin ambages, que nuestra sexualidad nos pertenece, nuestro deseo y nuestros cuerpos nos pertenecen y no son un terreno por conquistar ni una invitación a la lascivia hetero-masculina.
Nos indignamos ante las cláusulas actuales del sistema sanitario, que excluye a las parejas de mujeres (…y a las mujeres solas) de los tratamientos de reproducción asistida. Ponemos los ojos en blanco en nuestras visitas a ginecología, cuando somos nosotras las que tenemos que explicar a lxs supuestxs profesionales nuestra sexualidad y solicitar una atención básica porque les sacamos de su esquema del “coito heterosexual”. Exigimos el acceso al sistema de salud sexual y reproductiva sin discriminación por motivo de nuestra orientación o prácticas sexuales.
Nos oponemos a una educación que perpetúa la heteronormatividad, asfixiando a todas las personas que no se someten a estos estándares. Nos rebelamos ante sucesos tan atroces como los suicidios de jóvenes adolescentes, ante la intolerancia, burla y crueldad constantes. Demandamos un sistema educativo que contemple la diversidad afectivo-sexual y de género y asegure su respeto. Exigimos medidas contra el acoso escolar y a favor de la visibilización de esta diversidad, puesto que entendemos la educación como base desde la que erradicar el odio a otras realidades.
Nos negamos a la insistente discriminación por razones de género u orientación sexual que se despliega en el ámbito público. Despreciamos las restricciones existentes en este ámbito para algunas personas por el hecho de ser mujeres o no esconder una orientación sexual no heterosexual. Señalamos la flagrante ausencia, en todas las disciplinas públicas, de figuras conocidas que se autodenominen lesbianas; hacemos énfasis en la importancia de las mismas, en la fuerza que otorgan los referentes públicos que ejemplifiquen la satisfacción, felicidad y éxito que hay fuera de los armarios.
Las lesbianas existimos, por supuesto. Existimos más allá de las paredes de nuestras casas y las restringidas ofertas de ocio; nos encontramos en todos los ámbitos vitales, en cada espacio, privado y público. Desde UAMentiende hacemos un llamamiento a las mujeres lesbianas, a las bolleras, para que toméis estas palabras y las hagáis todo lo vuestras que queráis. Os instamos a que os prediquéis y visibilicéis vuestras vidas, a que exijáis el respeto que nunca os debiera ser arrebatado y no aceptéis nada menos. Nosotras seguiremos pregonando, tal y como intentamos hacer en nuestro día a día.